No te equivoques, la meta que debes ponerte mientras estudias no es aprobar. Tampoco es sacar la plaza. Eso sólo puedes hacerlo el día de tu examen, y para ello pueden faltar muchos meses o incluso años.
Los objetivos deben poder cumplirse cada día, cada semana y cada mes.
Cuando cada día nos levantamos con el “objetivo de aprobar“, la ansiedad nos invade. Normal. Te has puesto un objetivo demasiado grande, porque realmente eso, no lo puedes hacer hoy, eso será el resultado de muchos “hoys“.
Además, no podemos evaluar si lo estamos haciendo bien o no, porque para eso debemos esperar al día del examen. Así que, nos entra miedo e inseguridad y entramos en el bucle de la incertidumbre. Pensamientos como “no sé si voy a ser capaz” nos asaltan a menudo.
Os voy a decir algo, y estoy plenamente convencida de ello: opositar no es sinónimo de incertidumbre y riesgo. Os digo más, todo aquel que sigue un plan determinado durante un tiempo (y este, sí varía según las circunstancias de cada persona), aprueba.
Para aprobar hay que tener un plan. Y ¿Qué incluye este plan?. ¡¡Atención que viene la clave!!: UN NÚMERO DE VUELTAS DETERMINADO. A partir de la vuelta 5ª empezamos a tener el contenido asentado en nuestro disco duro. Dando entre 7 y 10 vueltas al temario dominas bastante el contenido. Y con más de 10 vueltas el control es óptimo .
Por eso, no valen planteamientos simples, ir de tema en tema, conformarnos con dar una o dos vueltas, no hacer repasos, etc. Eso no es un plan, es ir tema a tema, básicamente navegar a la deriva.
Concluyendo, ¿cuál es tu objetivo?: dar entre 7 y 10 vueltas al temario. Y ¿cómo lo hacemos?: planificando los meses y semanas de tal manera que podamos conseguirlo en el menor tiempo posible. Porque cuando llegas ahí, estás muy cerca de la plaza.
Obtener la plaza es el resultado de seguir concienzudamente un plan de vueltas que minimiza el porcentaje de suerte que necesitas. Punto.
Consigue cada uno de los objetivos de tu plan y la consecuencia lógica será la plaza. ¡Al lío!
