¿Alguna vez te has parado a pensar en todas las cosas buenas que tiene opositar?
A veces el cansancio, la frustración y el día a día pueden no dejarte ver todo lo positivo que aporta un proceso de este tipo, pero hay muchas razones que lo convierten en algo súper enriquecedor:
Ahí van:
La primera es que opositar es una elección, no una obligación. Y todo lo que elegimos libremente (aunque nos equivoquemos) nos nutre, nos enriquece y nos ayuda a crecer.
Es una prueba de superación y crecimiento personal como pocas.
Nos deja un aprendizaje valiosísimo: todo se puede conseguir con esfuerzo, humildad y método.
Es una oportunidad para conocer tus fortalezas.
También es una oportunidad para conocer tus debilidades y fortalecerlas.
Es un momento perfecto para practicar el amor propio.
Es un entrenamiento que te da herramientas para toda la vida. Te ayuda a focalizar, a centrarte y a sacarle el máximo rendimiento a tu tiempo.
Empiezas a disfrutar de pequeñas rutinas cotidianas que te aportan bienestar y que antes no valorabas.
Es un proceso personal, que sólo depende de ti. Esto puede dar un poquito de vértigo, pero cuando le coges el truco a la independencia… ¡vale oro!
Cuando das con la metodología de estudio que más se adapta a ti y empiezas a conseguir resultados, la sensación de satisfacción sabe a victoria.
Opositar te brinda la oportunidad de ayudar a miles de personas a lo largo de tu carrera profesional.
Contra todas esas voces que dicen:
“ No te metas en esto, es muy duro y prácticamente imposible”
Alza la tuya:
“No sólo lo voy a conseguir, también lo voy a disfrutar”