Aunque todos sabemos lo que nos conviene, que es importante mantener una actitud positiva y constructiva, dedicarnos a estudiar mas que a pensar y que no debemos generar pensamientos negativos, tantas horas de soledad dan para mucho.
A lo largo de los meses o años de oposición se suceden pensamientos negativos recurrentes: ¿y si después de tanto esfuerzo y sacrificio, suspendo?. ¿Me estaré organizando bien?. Voy a un ritmo demasiado lento. Llevo muchos meses estudiando y aun me falta muchísimo. Por cada tema que estudio, olvido dos. ¿Me estaré esforzando lo suficiente?. Me voy a quedar fuera en la fase de concurso. Por favor, que no salga la convocatoria todavía. Si no apruebo este año, tendré que volver a casa de mis padres o buscar un trabajo para mantenerme. No voy a poder. Se me olvida todo. Mi pareja se va a cansar de esta situación. Hay gente mucho mejor que yo en la academia. Tengo que generar ingresos. Siguen pasando los años y yo en el mismo sitio. No sé si podré controlar los nervios el día del examen. Estoy desatendiendo a mis hijos. Soy demasiado mayor. Estudio muy pocas horas. ¿Y si decepciono a toda la gente que espera que apruebe?. ¿Y si luego no me gusta el trabajo?. La gente tiene una vida y yo no. Lo llevo fatal. Tengo casi 30 y aquí estoy. Tengo casi 40 y aquí estoy. Con mas de 40 y mírame. Etc, etc, etc.
Os diré que es normal. La soledad, el cansancio y la incertidumbre al opositar pasan su factura de vez en cuando. No somos máquinas y todo tiene su cara B. En general, estos pensamientos van asociados al cansancio y agotamiento. La mente cansada te manda mensajes para que lo dejes. Suele haber días en la semana que tenemos más motivación y energía y otros que estamos más bajos. Importante aquí: 1. planificar descansos y minidescansos semanales y 2. repetirte “mantras motivacionales”. Aquí va una lista con algunos que utilizan opositores: ¿y por qué no voy a poder?, el que quiere puede, déjate de excusas, todo suma, si otros pudieron, yo también, quien no arriesga no gana, no pierdo el tiempo, lo invierto, si me rindo hoy, no sirvió de nada lo de ayer, nadie me dice que no puedo nada, nadie lo va a hacer por mí, el único que no lo consigue es el que abandona, si fuera fácil cualquiera lo haría y yo no soy cualquiera, encefalograma plano, cuanto antes lo estudies, antes terminarás, ¡déjate de tonterías ya y estudia con atención!, no importa si vas despacio, lo importante es ir mejorando, voy a aprobar, rendirse no está en el temario, ya iré más rápido en la siguiente vuelta, yo puedo, da igual las plazas, sólo necesito una.
Además, visualizad de forma continua ese motivo que te empujó a opositar, ese “para qué”. Que suele estar en el futuro, en cómo queremos que sea nuestra vida: con independencia y estabilidad económica, con tiempo libre para ti y los tuyos y desempeñando el trabajo que te gusta. Yo, me recordaba bastante que, a pesar de que ese tiempo de estudio era interminable y agotador, tendría una duración limitada en el tiempo, que era el puente que tenía que cruzar de una situación a otra, y que era circunstancial y temporal. Que, a pesar de todo, era mi decisión , que pude tomar porque soy libre y porque yo (y solo yo) escribo mi futuro. Y recordaba a tantas personas en otras situaciones que, ni por asomo, podrían plantearse este privilegio de decidir sus futuros, porque sus circunstancias externas lo hacían imposible.
Para mí, es una suerte infinita tener la posibilidad de mejorar nuestras vidas en nuestras manos. A mí me inspira hacerlo, no solo por mí, sino por todas las que no pudieron ni pueden hacerlo. Siento que es mi obligación: luchar por conseguir todo aquello que me corresponda. Mis abuelas no fueron tan libres.